Descripción
Ni quince minutos tardé en regresar de comprar tabaco. Era imposible que en ese tiempo mi esposa y mi mejor amigo se hayan seducido y se hubieran empezado a meter mano. Evidentemente todo lo tenían pactado desde antes. La cuestión es que en cuanto abrí la puerta me llevé una gran sorpresa. Allí estaban los dos, comenzando a tener sexo, como si no les importara mi presencia. Yo asumí rápidamente mi rol de cornudo, pero no me quedé con los brazos cruzados. Me uní a ellos para montar un trío y entre los dos acabamos follándonos a la zorra infiel de mi mujer.
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