Descripción
La primera mamada que me hizo mi vecina fue una tarde que vino a mi casa por una taza de café y acabó bebiéndose una llena de leche. Nos pusimos a charlar, ella me empezó a coquetear, a mí se me puso dura como una piedra y, cuando se la enseñé, se arrodilló y se puso a mamármela sin parar. Desde entonces, me la chupa no una sino varias veces a la semana. No hay sábado a la noche que no pegue en mi puerta para comerme el rabo, ya que por lo general regresa cachonda y borracha de la disco y no puede irse a dormir sin antes mamarse una buena polla.
Categorías