Descripción
No sé que hubiera pasado si mi padre hubiese contratado un cuarto de hotel con dos camas separadas, pero el caso es que le reservaron una cama matrimonial y, aunque al principio me negué a compartirla con mi madrastra, cuando descubrí que se había quitado las bragas y se volteó para enseñarme el culo, sentí muchas ganas de meterle mano. Entonces, me acosté al lado suyo y empecé a tocarle el coño hasta que se despertó cachonda como nunca. ¡Qué polvo nos echamos! La zorra se puso a chuparme la polla y después me la follé en todas las posturas olvidándome por completo de que era la esposa de mi padre.