Descripción
A la zorra de mi hija no se la puede dejar sola con ningún hombre. Lástima que no lo supe antes, ya que cuando le pedí que recibiera al albañil y lo acompañara a la terraza para enseñarle lo que tenía que hacer, todavía la creía virgen e inocente. Pobre de mí. Qué iluso fui. La guarra ya se había follado a medio pueblo, y cualquier tío que se quedara a solas con ella por un rato tenía el polvo garantizado. No perdona ni a los mayores de mi edad, y hasta le ha comido la polla a varios de mis quintos a mis espaldas. ¡Qué hija más zorra que tengo!
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