Descripción
La rubia se había olvidado de que su contrato de alquiler había finalizado y tenía que dejar el piso. El nuevo dueño, que acababa de heredarlo, no conocía el apartamento pero sabía que ese día ya estaría libre para que él pudiera entrar a conocerlo. Menuda sorpresa se llevó al encontrarse con la rubia. Ella no había empacado nada, así que le pidió que le dejara quedarse allí hasta que consiguiera un sitio en donde vivir. El chaval aceptó sin problemas, pero con la condición de que la zorra estuviera siempre disponible para satisfacerlo. Así fue como el primer día la puso a comerle la polla mientras miraban TV y, más tarde, se la folló en la cocina.