Descripción
La psicóloga sabía que tenía loco al paciente. El tío quería follársela al costo que fuera, pero lo peor de todo era que estaba profundamente enamorado, y eso hacía que la terapia se volviera cada vez más complicada. Un día, la psicóloga decidió ponerle fin a la obsesión del su paciente, aun sabiendo que ponía en riesgo su integridad física. Para que dejara de pensar en sus tetas, tenía que tocárselas, besárselas y chupárselas. Lo mismo con el resto de su cuerpo. Si hacía falta que se la follara, lo tenía que hacer con tal de que dejara de decirle en cada sesión que se moría de ganas de tirársela.
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