Descripción
El marido de esta morena no daba señales de vida. Ni estaba en la casa, ni tenía el móvil encendido, ni nada. ¿Sería que su vuelo se habría atrasado y no podía comunicarse? Lo cierto es que ya era la hora de acostarse, y las llaves de la casa del hijo las tenía el padre, o sea que no le quedaba otro remedio que quedarse a dormir con la madrastra. La madura, un poco por miedo y otro por aburrimiento, le pidió que se acostara al lado suyo en la cama. Era obvio que en cuanto ella se quedara dormida, el hijastro empezaría a tocarle las tetas y el coño, sacaría la polla y empezaría a follársela. Sin embargo, era eso o tener que dormir sola, y por quedarse con la primera opción, acabó comiéndole el rabo y tragándose su corrida.
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