Descripción
Helena Price se arrepiente de no haber descubierto antes las bondades de las playas nudistas. Eso de pasearse en bolas en público, en la naturaleza, bajo los rayos del sol y ante la mirada de todo Dios, le mola y mucho. Se pone muy cachonda viendo las caras que ponen los tíos al descubrir sus tetas, su chocho y su culo. Pero no todo tiene que ver con sus fantasías exhibicionistas. A esta zorra casada le ponen al cien las pollas grandes de los negros, y se lo pasa coqueteándolos solo para que la dejen tocárselas y chupárselas. ¡Pobre el cornudo del marido!
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