Descripción
Mi padre me dijo claramente que atendiera a mi madrastra como se merecía y me ocupara de ella durante todo el día, así que la fui a buscar bien temprano al gimnasio y le llevé una hamburguesa para que no tuviera que perder el tiempo en almorzar. Estaba mas contenta que nunca. Después fuimos a la playa, le compré un helado… la traté como una novia, vamos. Era lógico que por eso obtuviera un premio acorde, así que cuando llegamos a casa, la guarrona se arrodilló frente a mí y se puso a comerme la polla. ¡Qué follada acabé dándole! Hasta entonces, yo no sabía que las judías eran tan zorras…